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Jessika Ero Biografía y Hechos

La historia de la ópera tiene una duración relativamente corta dentro del contexto de la historia de la música en general: apareció en 1597, fecha en que se creó la primera ópera, La Dafne, de Jacopo Peri. Desde entonces se ha desarrollado de forma paralela a las diversas corrientes musicales que se han sucedido a lo largo del tiempo hasta nuestros días, ligada por lo general al actual concepto de música clásica. La ópera (del latín opera, plural de opus, «obra») es un género musical que combina música sinfónica, interpretada generalmente por una orquesta, y un texto escrito de corte dramático —expresado en forma de libreto— interpretado vocalmente por cantantes de diversa tesitura: principalmente, tenor, barítono y bajo para el registro masculino, y soprano, mezzosoprano y contralto para el femenino, además de las llamadas voces blancas (las de niños) o en falsete (castrato, contratenor). Por lo general, la obra musical contiene oberturas, interludios y acompañamientos musicales, mientras que la parte cantada puede ser en coro o en solitario, dúo, trío o diversas combinaciones, en diversas estructuras como el recitativo o el aria. Existen diversos géneros, como la ópera clásica, la ópera de cámara, la opereta, el musical, el singspiel y la zarzuela.[1]​ Por otro lado, al igual que en teatro, existe una ópera dramática (ópera seria) y otra cómica (ópera bufa), así como un híbrido entre ambas: el dramma giocoso.[2]​ Como género multidisciplinar, la ópera aglutina música, canto, danza, teatro, escenografía, interpretación, vestuario, maquillaje, peluquería y otras disciplinas artísticas. Es por tanto una obra de creación colectiva, que parte esencialmente de un libretista y un compositor, y donde tienen un papel primordial los intérpretes vocales, pero donde son igualmente imprescindibles los músicos y el director de orquesta, los bailarines, los creadores de los decorados y el vestuario, y muchas otras figuras. Por otro lado, es un evento social, por lo que no tiene razón de ser sin un público que presencie el espectáculo. Por ello mismo, ha sido a lo largo del tiempo reflejo de las diversas corrientes de pensamiento, políticas y filosóficas, religiosas y morales, estéticas y culturales, propias de la sociedad donde se produjeron las obras.[3]​ La ópera nació a finales del siglo XVI, como iniciativa de un círculo de eruditos (la Camerata Fiorentina) que, al descubrir que el teatro griego antiguo era cantado, tuvieron la idea de musicalizar textos dramáticos. Así, Jacopo Peri creó La Dafne (1597), a la que siguió Euridice (1600), del mismo autor. En 1607, Claudio Monteverdi compuso La favola d'Orfeo, donde añadió una introducción musical que denominó «sinfonía», y dividió las partes cantadas en «arias», dando estructura a la ópera moderna. La evolución posterior de la ópera ha corrido en paralelo a las diversas corrientes musicales que se han ido sucediendo en el tiempo: entre el siglo XVII y la primera mitad del xviii se enmarcó en el Barroco, un período en que la música culta estaba reservada a las élites sociales, pero que produjo nuevas y ricas formas musicales, y que vio establecer un lenguaje propio para la ópera, que fue ganando riqueza y complejidad no solo en los métodos compositivos y vocales sino en la producción teatral y escenográfica. En la segunda mitad del siglo XVIII se dio el Clasicismo, un período de gran creatividad marcado por la serenidad y armonía de sus composiciones, con grandes figuras como Mozart y Beethoven. El siglo XIX estuvo marcado por el Romanticismo, caracterizado por la individualidad del compositor, considerado ya como un genio iluminado y cada vez objeto de mayor veneración, al igual que las mayores figuras vocales del canto, que se convirtieron en estrellas de una sociedad donde la burguesía relegó a la aristocracia en la preeminencia social. Esta centuria vio surgir las variantes musicales de numerosas naciones hasta entonces sin apenas tradición musical, en lo que se vino a llamar nacionalismo musical. Cerraron el siglo algunas corrientes como el impresionismo francés y el verismo italiano. En el siglo XX la ópera, al igual que el resto de la música y de las artes en general, entró en la vanguardia, una nueva forma de concebir la creación artística en que surgieron nuevos métodos y técnicas compositivos, que se expresaron en una gran variedad de estilos, en una época de mayor difusión de los medios de comunicación que permitían llegar a un público más amplio por diversos canales, no ya solo el presencial (radio, televisión), y en la que todavía era valorado el amplio repertorio musical de períodos anteriores, que siguió vigente en los principales teatros de ópera del mundo. Durante el transcurso de la historia, en el seno de la ópera han existido divergencias sobre cuál de sus componentes tenía mayor relevancia, la música o el texto, o incluso si la importancia radicaba en el canto y el virtuosismo de los intérpretes, fenómeno que dio origen al bel canto y a la aparición de figuras como la diva o prima donna. Desde sus inicios hasta la consolidación del clasicismo, el texto gozó de mayor importancia, siempre ligado al espectáculo visual, los fastos decorados y las complejas escenografías barrocos; Claudio Monteverdi dijo al respecto: «la palabra debe ser determinante, debe dirigir la armonía, no servirla». Sin embargo, desde la reforma llevada a cabo por Gluck y la aparición de grandes genios como Mozart, fue cobrando relevancia la música como componente principal de la ópera. El propio Mozart comentó en una ocasión: «la poesía debe ser la servidora obediente de la música». Otros autores, como Richard Wagner, pretendieron aglutinar todas las artes en una sola creación, a la que denominó «obra de arte total» (Gesamtkunstwerk).[4]​ Antecedentes La ópera tiene sus antecedentes en las diversas formas de teatro cantado o musicalizado que se han producido a lo largo de la historia en todo el mundo. Tanto la representación dramática como el canto, la música, el baile y otras manifestaciones artísticas son formas de expresión consustanciales al ser humano, practicadas desde la prehistoria. En la Antigua Grecia, el teatro era uno de los espectáculos favoritos de la sociedad. Allí nacieron los principales géneros dramáticos (comedia y tragedia) y se sentaron las bases de la escenografía y la interpretación. Por diversos testimonios, se sabe que las representaciones dramáticas eran cantadas y acompañadas de música, aunque actualmente apenas se conservan vestigios de música griega. Los principales dramaturgos de la época, Esquilo, Sófocles y Eurípides, sentaron las bases del arte dramático, cuya influencia sigue vigente hoy día.[6]​ Durante la Edad Media, la música y el teatro estuvieron también íntimamente relacionados. Eran obras de carácter religioso, de dos tipos: dramas litúrgicos para ser representados en las iglesias, celebrados en latín; y los llamados «misterios», unas piezas teatrales de carácter popular que se representaban en .... Descubre los libros populares de Jessika Ero. Encuentra los 100 libros más populares de Jessika Ero

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