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Lourdes Luengo Pato Biografía y Hechos

El conjunto de monumentos y esculturas al aire libre de Barcelona constituye una muestra de arte público que otorga a la capital catalana, en conjunción con otros elementos como su arquitectura, su red de museos o su conjunto de parques y jardines, un particular sello artístico, que ha originado que la Ciudad Condal tenga el arte y la cultura como una de sus principales características identitarias. El acervo de arte público de la ciudad es extenso, si bien la mayoría de monumentos y estatuaria situada en lugares públicos procede del siglo XIX en adelante. El primer monumento situado en la vía pública de forma expresa y por encargo municipal que se conserva es el Monumento a Santa Eulalia, en la plaza del Pedró, originaria de 1673; otras obras anteriores consideradas de arte público son o bien fuentes o bien estatuas situadas en hornacinas en las paredes de edificios públicos, si bien en muchos casos fueron encargos de carácter privado que han pasado a titularidad pública posteriormente. Cabe remarcar que hasta el siglo XIX la ciudad estaba encorsetada por sus murallas de origen medieval al tener la consideración de plaza militar, por lo que su crecimiento estaba limitado, y el poco espacio disponible se utilizaba preferentemente para las actividades diarias de la población, sin poder dedicar unos espacios adecuados para grandes monumentos.[1]​ La situación cambió con el derribo de las murallas y la donación a la ciudad de la Fortaleza de la Ciudadela, lo que propició la expansión de la ciudad por la llanura contigua, hecho que se plasmó en el proyecto de Ensanche elaborado por Ildefonso Cerdá, que supuso la mayor ampliación territorial de la ciudad. Otro aumento significativo de la superficie de la capital catalana fue la anexión de varios municipios limítrofes entre finales del siglo XIX y principios del XX. Todo ello supuso la adecuación de los nuevos espacios urbanos y un aumento de los encargos artísticos municipales en las vías públicas, que fueron favorecidos igualmente por diversos eventos celebrados en la ciudad, como la Exposición Universal de 1888 y la Internacional de 1929 o, más recientemente, por los Juegos Olímpicos de 1992 y el Fórum Universal de las Culturas de 2004. Aspectos generales El arte público barcelonés está a cargo del Área de Urbanismo, Transición Ecológica, Servicios Urbanos y Vivienda del Ayuntamiento de Barcelona. Conjuntamente con el patrimonio arquitectónico de la ciudad goza de una especial protección en virtud de la Ley 9/1993 del Patrimonio Cultural Catalán, que garantiza la protección, conservación, investigación y difusión del patrimonio cultural, con diversos grados de cobertura: nivel A (Bien Cultural de Interés Nacional), nivel B (Bien Cultural de Interés Local), nivel C (Bien de Interés Urbanístico) y nivel D (Bien de Interés Documental).[2]​ El órgano directamente responsable es el Consejo de Arte Público (Consell d'Art Públic), que es el que decide qué obras se instalan o quitan del espacio público.[3]​ La escultura pública monumental tiene una relevancia relativa en el contexto urbanístico de una ciudad de grandes dimensiones como es Barcelona, ya que las principales directrices urbanas son lógicamente la adecuación de espacios de uso público, las infraestructuras, los transportes, la vivienda, las medidas de higiene y seguridad públicas, la gestión del medio ambiente, y demás factores necesarios para la convivencia del ser humano en su entorno natural y social. Aun así, la natural sensibilidad del ser humano para el arte y la belleza ha motivado la habilitación de ciertos espacios de carácter estético en su entorno diario, para configurar un espacio vital propicio y agradable para la convivencia y las relaciones sociales. Otro factor a la hora de concebir monumentos y espacios públicos de naturaleza artística es la conmemoración de personajes y episodios históricos que por su relevancia ameritan un especial recuerdo en la población que los homenajea, y que a través de las instituciones públicas o por iniciativas privadas o asociativas promueven la creación de diversas tipologías de monumentos y estatuaria en el ámbito urbano. En la planificación urbana intervienen diversas disciplinas, como la arquitectura, la ingeniería, la jardinería, las artes industriales y, en cierta medida, la escultura. Si la urbanística se ocupa de la ordenación del territorio y el urbanismo de su aplicación práctica, el diseño urbano se centra en los aspectos más sociológicos —incluyendo los estéticos— del desarrollo urbano de la ciudad. Por otro lado, el urbanismo se relaciona estrechamente con diversos ámbitos y disciplinas como la política, la economía, la historia, la geografía y la sociología, por lo que cualquier planificación de carácter urbano requiere la conjunción de múltiples estamentos e instituciones encargadas del desarrollo y mantenimiento del espacio público urbano.[4]​ En el ámbito de convivencia urbana intervienen asimismo diversos factores, como los fisiológicos, los sociológicos y los psicológicos. En estos últimos cabría englobar las necesidades estéticas del individuo, la existencia en un entorno que procure una dimensión de retiro y descanso, de evasión de los problemas cotidianos, de un cierto componente de belleza que amortigüe la dureza de un entorno hostil como es a veces el ámbito urbano.[5]​ En la concepción del monumentalismo urbano hay que tener en consideración diversos aspectos, como el emplazamiento: una obra de arte público ha de estar ubicada en un entorno de cierta relevancia, que realce la artisticidad de la obra, y ha de procurar tener una buena perspectiva, para la correcta visión del conjunto desde diversos ángulos. Generalmente, los espacios más usados para obras de arte público son los parques y jardines, las plazas y cruces de calles —especialmente si son paseos o avenidas—, o en el ámbito de edificios públicos, ya sea en sus puertas de acceso, en patios o en sus muros —generalmente en hornacinas—.[6]​ Los monumentos y obras de arte de consideración pública se pueden clasificar en diversas tipologías: hasta el siglo XIX las más utilizadas eran la columna, el arco de triunfo y la estatua ecuestre, tres tipos de monumentos conmemorativos heredados del arte romano; más tarde fueron surgiendo diversas modalidades, desde la escultura exenta o la situada en hornacinas, pasando por bustos, medallones, fuentes, estelas y pedestales, frisos, relieves, placas, lápidas y otros elementos, hasta variedades más modernas como instalaciones, obras integradas en la naturaleza (land art), obras realizadas con nuevas tecnologías (video, láser) o cualquier modalidad concebida con elementos multidisciplinares.[7]​ Otro aspecto a tener en cuenta es el material, del que dependen diversos factores como la apariencia, la perdurabilidad o la conservación, además de ser un punto esencial a tener en cuenta a la hora de concebir la obra, especialmente por lo que se refiere a su coste económico y al tiempo de ejecución. 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